lunes, 1 de febrero de 2016

Un maldito perro desalmado


La semana pasada una compañera del trabajo sufrió un percance con su iPhone, se le resbaló y terminó con la pantalla estrellada (vaya, creo que a muchos les ha pasado, hoy en día es algo muy común), la cosa es que todos en la oficina se acercaban a ella y se compadecían de su mala suerte diciéndole que no se preocupara, que conocían a "fulano de tal" y a "sutano de cual" que eran muy buenos reparando ese tipo de problemas. Todos al pendiente de ella, preocupados por que se sintiera bien.
Yo, al no conocer a nadie que pudiera ayudarla, simplemente me abstuve de aportar algo a la recién afectada.

Ahora bien, en un momento en el que tuve que moverme de mi silla y caminar a un lado de su lugar, me fue inevitable decirle un: "¡Ja, ja!" (ya saben, con el clásico tono en el que Nelson Muntz de los Simpson lo enuncia tan graciosamente). Para esto, antes de continuar con la historia, debo informarles que la actitud que siempre he tomado frente a las personas con las que ya tengo más confianza siempre ha sido "carrilla", burlesca en el buen sentido de la palabra, siempre con las intenciones de hacer reír a la gente, nunca para hacer sentir mal a alguien o mucho menos. Algunos me conocen y me tiran carrilla de regreso, lo cual tomo a la ligera porque sé que se trata de puro "camaraderísmo". Sin embargo, esta chica pareció ofenderse, y en la primera oportunidad me lo sacó a cara en forma de queja frente a los demás del grupo (no es la primera persona que suele sentirse ofendida por una de mis bromas y estoy seguro de que tampoco será la última). Inmediatamente después de quejarse, el resto de compañeros se pusieron de su lado, defendiendo su posición, compadeciéndose de ella diciendo que cómo me atrevía a decir eso, que resultaba feo no darme cuenta de la desgracia que acababa de sufrir y yo en lugar de compadecerme como ellos, me estaba burlando.

Ya me han dicho varias personas en estos últimos cinco años de mi vida que a veces suelo ser muy frío, desalmado y rudo a la hora de decir las cosas o expresar una opinión respecto a algo. Mi pregunta aquí fue: ¿Por qué se lo tomaron a pecho sabiendo como soy? ¿Acaso después de un año y medio de convivencia continua siguen sin entender mis intenciones? ¿Así de complejo soy?
Quiero decir, ellos saben que nunca he tirado burla a alguien con malicia, no importa qué tan delicado sea el tema, si me burlo siempre ha sido y siempre será con una sola intención: "hacer pasar a la gente un momento ameno, recordándoles que hay que aprender a reírse de uno mismo, de sus desgracias y torpezas, de sus errores y malas decisiones, porque de nada sirve sufrir y lamentarse por algo que ya está hecho".

Recuerdo que yo solía ofenderme por todo, tomarme a pecho cada diminuta palabra que alguien decía sobre mí o cualquiera de mis gustos, ideas o creencias sobre algo. Vivía creyendo que los demás tenían que estar de acuerdo conmigo o de lo contrario todo terminaría muy mal.

Muchos se quejan de que soy muy directo al expresarme, que mi forma de pensar es tosca y sin filtros, y tal vez sí lo sea. Me extraña que las personas se quejen y te vean raro sólo por decir lo que piensas sin rodeos.

Sí, soy un maldito chico desalmado. Soy el tipo de persona que no llora en un funeral, al contrario, ríe porque se queda con lo mejor que la persona le dejó. ¿De qué sirve estar triste y buscar que la gente se compadezca de tu dolor? Eso me recuerda a una ocasión en la que la mamá de una de mis compañeras se puso enferma porque le detectaron un quiste y debían operarla. Todos en aquella mesa la animaron, le dijeron que todo iba a salir bien, se compadecieron... Todos, uno por uno se lo dijo, excepto yo. Yo permanecí en silencio mientras terminaba mi comida. No dije nada, ni una sola palabra. Tal vez ella lo sabía, tal vez supo que lo que diría no iba a ser algo que a todos les hubiera gustado escuchar y por eso pienso que quizá fue mejor que no abriera la boca.
¿Saben por qué? Porque yo no soy el tipo de chico que dice lo que la gente espera escuchar, yo hubiera dicho: "Las cosas pasarán como tengan que pasar" ... 
¿Qué creen que hubiera pasado si yo hubiera dicho eso frente a todos?

¡Exacto! Me hubieran juzgado, hubiera sido un desconsiderado, ¿cómo me atrevía a decir semejante cosa? ¿En qué estaba pensando? Etc.

Hubo un tiempo en el pasado en el que vivía de compasiones, siempre esperaba que la gente se apiadara de mí, me compadeciera y se quedara conmigo.
Pero eso cambió. Aprendí que aquello no era para mí, y lo aprendí de la peor manera. Sin embargo me sirvió de lección y ahora me he vuelto mucho más fuerte, independiente y completamente libre.

He aprendido a ver la vida de una forma mucho más ligera. No espero nada de nadie, así cuando algo o alguien llega de sorpresa a mi vida lo recibo con mucho más entusiasmo. No espero complacer a nadie mas que a mí mismo y mucho menos espero que se compadezcan de mí, porque es algo que nunca haría por alguien...
Nunca.


Un maldito perro desalmado.

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